Todo apunta a que las empresas tienden hacia fórmulas organizativas y modelos de generación de valor económico basados en la colaboración, la transparencia, y la autoorganización, más que en la jerarquía y el control. Tiene su lógica. En un contexto complejo e incierto las empresas necesitan de una mayor variedad de capacidades que en un entorno estable, pero también de mecanismos para 'activar' con rapidez estas capacidades cuando resulta necesario. De ahí la tendencia hacia soluciones organizativas más flexibles y abiertas (orgánicas, modulares, celulares, en red... ) que, en un entorno en continuo cambio, proporcionan una mayor capacidad de maniobra que los modelos tradicionales, más rígidos y estancos.
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Y sin embargo, es raro el día que no tenemos oportunidad de comprobar como, ahí fuera, esta tendencia choca frontalmente con los valores y la forma de dirigir de algunos ejecutivos y empresarios cuyo comportamiento -por mucho que hayan estudiado en escuelas de negocios de prestigio- sigue presidido por lemas como 'ordeno y mando', 'piensa mal y acertarás', 'divide y vencerás' y otros del estilo.
Quiero pensar que, al final, la lógica del mercado se impondrá y estos 'dinosaurios' no tendrán más remedio que adaptarse o extinguirse, aunque me temo que para algunas organizaciones cuando esto suceda ya será demasiado tarde.