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RESCATE DEL PLACER EN EL TRABAJO

RESCATE DEL PLACER EN EL TRABAJO

"Cuando hay algo que tiene 
sentido, las energías aparecen solas"
Prof. Emilio Komar


Aprendiendo de la Historia 
Mi primer trabajo fue a los 14 años, cuando me encontraba iniciando la Escuela Técnica en la que me había instalado mi padre.

Un vecino que era electricista me empleó como Ayudante. Teníamos una muy buena relación interpersonal. Había momentos en que la situación de trabajo me resultaba divertida, pues él era sordo y con frecuencia se producían situaciones graciosas, tanto en su relación conmigo como con los clientes.

Mi relación con la tarea en cambio no era buena. Ese trabajo no me gustaba.
El medio de transporte era la bicicleta. Los rollos de cable enhebrados en el manubrio, la caja de herramientas en el portaequipajes y ropa de trabajo. Ocasionalmente debíamos llevar una escalera al hombro.

Mi tarea consistía en escuchar las elucubraciones de Camilo acerca del lugar de la falla en la instalación para la que nos habían llamado. Luego venía la orden: "Abrí esa caja", "destornilla aquella tapa", "súbete a la escalera y quita ese artefacto", "Tira del cable azul, mira si se mueve el rojo" (cuando él tiraba desde otra caja de luz).

Ahí es donde se producían escenas graciosas. Camilo gritando desde una habitación y yo contestándole desde la otra. Los malos entendidos y sus enojos porque no escuchaba bien. Pero finalmente, y aquí lo importante, aparecía su expresión de alegría y satisfacción cuando resolvía el problema y concluíamos el trabajo.

Fuentes de Satisfacción
Le asomaba la alegría en la cara. Ya se sentía con entusiasmo como para continuar la tarea en otra casa. El desafío de encontrar nuevos cables pelados, reemplazarlos y conectar los artefactos; previa lavada de manos para no ensuciar el techo blanco, pues también tenía claro sentido de lacalidad.

En su sencillez y la simplicidad de este trabajo, Camilo ponía cariño y gozaba con los elogios y muestras de reconocimiento de algunos clientes.

También trabajé por aquella época en un taller de bobinas de motores eléctricos, una estación de servicios, un hotel de veraneo, una confitería, una carpintería, un taller de reparación de carrocerías; luego en una empresa multinacional y en una empresa estatal. En esta última como dibujante técnico primero y luego, cuando me recibí de Psicólogo en el Centro de Formación, donde hice mis primeras experiencias como "aprendiz de hechicero" en mi campo profesional.

Recién en este último trabajo me sentí bien y pude percibir en mí mismo algo que me vinculaba con aquella expresión de alegría y satisfacción de Camilo.

A esa altura, ya había llamado mi atención el hecho de que a tanta gente no le gustara su trabajo. El lunes costaba arrancar. Cada día de la semana transcurría lentamente y el viernes no llegaba nunca. Parecía un sacrificio permanecer en el trabajo hasta la llegada del fin de semana siguiente. Poco a poco me fui sintiendo cautivado por esta observación del malestar por el trabajo y la fantasía de que pudiera concentrarse el tiempo placentero sólo en los fines de semana.

Yo casi ni había percibido mi propio malestar hasta aquellos largos años que pasé sobre el tablero de dibujo.
 

En la oficina tenía dos compañeros con quienes compartía aquellas largas horas de cada día laboral: José, empleado administrativo y Osvaldo, instrumentista. Al lado, puerta por medio, nuestro jefe, el Sr. López.

José tenía su propio ritmo de trabajo y cumplía "con lo justo". No regalaba nada. Mantenía apenas conforme a su jefe aunque no satisfecho.

Osvaldo era un bohemio que había logrado ordenar su vida con la ayuda que le proporcionaba haberse convertido en un empleado por cuenta ajena, un horario que cumplir y un sueldo seguro a fin de mes.

Algunos Interrogantes
Aquel ambiente fue el "locus" en el que comencé a reflexionar sobre mundo del trabajo. Recordaba aquello de "Ganarás el pan con el sudor de tu frente" y la asociación popular del trabajo al castigo.

¿Pero no estaría presente en ese sudor la idea del esfuerzo más que del castigo? Uno hace esfuerzos y suda para realizar actividades, -laborales y extralaborales-, y muchas de ellas son sumamente placenteras.

¿Por qué y para qué trabajaríamos?. Sentía la necesidad de indagar y profundizar estas preguntas. ¿Cuál es el sentido de trabajar? ¿De trabajar en qué?

Por otro lado me conectaba con mi padre a quien muchas veces le había oído decir que "seguramente no debe haber algo más nocivo (jodido decía él), que tener que trabajar en lo que a uno no le gusta".

Él tenía un modesto taller de reparación de instrumentos, tenía claro cuales eran las reparaciones que le gustaba realizar y cuales no. Pero no siempre llegaban a su taller trabajos que lo invitaran a zambullirse en su ejecución. Y así fue que en mi adolescencia tuve que comenzar a trabajar, no porque me gustara hacerlo a esa temprana edad, sino para ayudar a cubrir el déficit de la economía familiar.

Mi padre era claro en el planteo de fondo, pero evidentemente no lo había podido resolver en la práctica con un sentido productivo y realista.

Entonces los modelos que se presentaban eran los "Josés", los "Osvaldos", y mi padre. ¿Y los "Camilos"? ¿Cómo eran éstos, cómo funcionaban?. En realidad había conocido muy pocos.

Los primeros, aún cuando había épocas de sueldos magros y no estaban satisfechos con su trabajo, tenían sus necesidades básicas y las de sus familias cubiertas.

El segundo, cuando tenía trabajos que le gustaban la pasaba bien, pero generaba una sensación de cierto desamparo en la prole.

Camilo gozaba de su trabajo y su autonomía, pero sufría los altibajos de cierta estacionalidad.

Me costaba aceptar que estos fueran los únicos caminos y convivo desde entonces interesado en encontrar salidas inteligentes a estas situaciones, que vengo observando con pena, pero con la convicción de que es posible encontrar alternativas de solución.

Satisfacción e Insatisfacción
Desde que egresé como Psicólogo dejé el tablero de dibujo y pasé a realizar mi tarea ya profesional en aquel querido Centro de Formación, donde experimenté por primera vez el placer en mi trabajo.

Esto ha tenido altos y bajos a lo largo de los primeros años y los bajos fueron los que precisamente me llevaron a atravesar situaciones dolorosas, pero de crecimiento.

Luego salí de aquella empresa estatal, me trasladé de ciudad y entré en una empresa privada productora de alimentos y más tarde en una empresa de seguros. Siempre en el área de Recursos Humanos.

En cada cambio experimenté transitorios estados de alegría por alcanzar situaciones de mayor prestigio y más dinero. En cada uno de esos lugares observé que también había "Josés" y "Osvaldos", como en aquella empresa estatal. En algunos momentos de ese período yo también me sentí uno de ellos.

Preso de aquellas buenas remuneraciones, temeroso e inseguro para imaginarme siquiera alguna alternativa de cambio, tuve que armarme de varias dolorosas contracturas musculares en mi espalda como para poder comprender que el verdadero placer en el trabajo no pasaba por ganar buen dinero.

A esa altura ya había transitado algunos caminos teóricos, pero me llevó todavía un tiempo más reencontrarme con aquellas tempranas observaciones de la situación laboral de mis compañeros José y Osvaldo, hacer una conceptualización sobre estas experiencias y crear una propuesta que contribuya a revisar las consecuencias nocivas de la interpretación parcial del "ganarás el pan con el sudor de tu frente".
 

Otras Preguntas
¿Cómo habrá elegido Camilo su oficio de electricista?; ¿lo habrá elegido?, ¿cómo habrá llegado a desarrollar esa actividad? ¿Qué caminos habrá seguido en su búsqueda de un trabajo como el que realizaba?. ¿Cómo habrá sido ese fenómeno que se dio en él por el cual encontró una actividad que le producía placer?. ¿Por qué fenómeno singular, cuando resolvía un problema le cambiaba el gesto?. ¿Cómo se producía aquel rostro de alegría que mostraba inequívocamente su satisfacción?.
 

Vínculo con la Tarea
Evidentemente no se trataba de una elección fundada en un afán de enriquecerse. No era algo del orden de lo cuantitativo lo que estaba en juego sino de lo cualitativo. Había algo vinculado con cierta cualidad existente en esa actividad que para él resonaba en su interior, seguramente muy ligado a lo que llamamos vocación.


La estructura de esa tarea hacía que se activara una especie de diapasón interior de Camilo, produciéndole seguramente acordes placenteros.
El modo singular en que aquel hombre se vinculaba con esa tarea que realizaba, no solo le producía placer. Su trabajo le permitía sentirse útil.

Para él su aporte tenía un sentido muy claro lo que hacía que su energía apareciera en forma espontánea y natural para resolver los problemas que se le presentaban.

Tenía sentido para él poner su capacidad productiva en lo que realizaba y el hacerlo bien constituía un elemento motorizante para querer hacerlo cada vez mejor.

Los resultados de su trabajo en términos de calidad nunca hubieran podido ser alcanzados por alguien que no tuviese aquel diapasón afinado en ese registro tonal.

Cualquier persona podría cumplir obedientemente indicaciones para realizar trabajos como el de Camilo, pero la calidad de lo logrado por obediencia nunca sería equiparable a la de quien trabaje con entusiasmo y hasta con pasión.

Los grandes hombres siempre han sido apasionados por su que hacer. Ningún gran descubridor de nada ha sido alguien frío, desapasionado, lo que sí observamos es que la pasión está alineada con el objeto de estudio o trabajo.

Sin pasión es imposible desarrollar al máximo el talento del que se dispone. Cuando uno está en su eje, las cosas siempre salen bien.

Muchas veces las necesidades de encontrar respuestas a la emergencia, en lo económico por ejemplo, nos lleva a hipotecar años de nuestra vida instalados en actividades que no nos harán surgir nunca el despertar de aquella pasión motorizante del crecimiento profesional.


Los Vínculos Interpersonales
Uno de los problemas más grandes del hombre actual lo constituye el hecho de que el trabajo hoy crea tensión y se ha ido perdiendo la alegría por el trabajo.

En procura de una mirada más completa, consideremos que en nuestros trabajos, además de vincularnos con una tarea, estamos en contacto con otras personas.

La calidad de nuestros vínculos con Jefes, Pares, Colaboradores y otras personas, será también una variable que incidirá en nuestro bienestar o malestar en el trabajo.

Volviendo a mis 14 años. La tarea que realizaba como ayudante de Camilo no me gustaba, pero la calidad de la relación interpersonal con él era buena. Me sentía bien trabajando con Camilo y era claro que a él también le gustaba que yo fuera su ayudante.

Una de las condiciones básicas para garantizar los resultados en el ejercicio del liderazgo es la capacidad de generar un buen clima emocional. Si esto se logra, las necesidades de los colaboradores podrán ser planteadas y éstas podrán ser escuchadas y atendidas con mejores resultados.

Si el diálogo se realiza en un marco de confianza mutua y respeto por el otro, el principio de autoridad se establece sin tensiones y se generan las condiciones propicias para el aprendizaje, tanto de los conductores como de los conducidos.

Si es posible por ejemplo enseñar/aprender a partir de los errores, tanto propios como ajenos; si se posee la humildad necesaria para reconocer los propios desaciertos y humanizar los roles laborales al poder mostrar que todos somos falibles, tanto conductores como colaboradores, esto produce una mayor simetría vincular.

Así se facilita la comprensión mutua mejorando el clima emocional, factor clave que hace a las condiciones de trabajo, produciendo en consecuencia una placentera distensión en el plano relacional.

Un factor clave es la capacidad del conductor para reconocer los avances en el crecimiento de sus colaboradores, pudiendo no solo escuchar propuestas de innovación, sino incluso estimulando a que surjan.

Pensamos que el sano desarrollo de un rol laboral, depende como en cualquier orden de la vida, en gran medida, de cómo nos hayamos sentido acompañados y respetados por nuestros formadores, por aquellos que tuvieron la misión de facilitar la búsqueda de los caminos a transitar en nuestro crecimiento personal y profesional.
 

Reflexionando
Por todo esto es que invito a que hagamos una mirada retrospectiva en nuestra vida laboral y profesional, para intentar una comprensión más amplia de los factores que han contribuido a encontrarnos en el lugar que ocupamos hoy en el mundo del trabajo.

Es necesario que reconozcamos a los Camilos, Josés, Osvaldos, etc. que nos habitan. El haberlos creado ha sido la mejor respuesta que pudimos darnos frente a las situaciones que debimos afrontar en nuestra historia laboral.

Los hemos creado del mismo modo en que creamos tantos otros personajes que habitan en nuestro mundo inconsciente y nos condicionan en nuestra forma de estar en el mundo del trabajo.

Esto es muy importante para identificar cuales son aquellos aspectos sobre los que debemos trabajar en nosotros mismos para corregir y mejorar.
 

Vínculo con la Organización
Finalmente tengamos presente que muchas de nuestras actividades las realizamos en Organizaciones. Digamos entonces que el vínculo que desarrollamos con la institución a la que prestamos nuestro trabajo es una variable importante y sobre la que también es necesario detenernos.

Nuestros valores pueden ser o no coincidentes con los de la Organización para la que trabajamos. Y aquí también, a veces, por imperio de la necesidad permanecemos atrapados y con la sensación de imposibilidad de emigrar.

El primer aspecto al que me quiero referir en este punto es el que hace a la reciprocidad. No existe ningún vínculo que se pueda sostener en el tiempo si no se mantiene dentro de límites aceptables en términos de reciprocidad.

En el vínculo con la Organización, debemos poder sentir que existe un buen balance entre lo que aportamos y lo que recibimos. Esto tiene un componente objetivo y otro subjetivo. Pero si en el proceso de intercambio se produce una marcada desigualdad, el vínculo se lesiona primero y luego se quiebra.

Pretender prolongar en el tiempo una situación vincular que ha sufrido este quiebre, inevitablemente tendrá un alto costo en salud. Pues si no puede resolverse, se instalará la queja, que es un indicador preciso de impotencia.

El segundo aspecto es la consistencia entre los sistemas de valores de las personas y la Organización.

Una cuestión que siempre está presente en toda situación de trabajo, es la trascendencia. Es la contribución que uno hace al mundo con su trabajo. En este sentido cobra relevancia la naturaleza del producto de la Organización. ¿El producto o servicio que nuestra Organización brinda está alineado con nuestros valores?

¿Cómo es sino formar parte de una industria que fabrica elementos para producir la muerte?, fábrica de armas, industria del tabaco, etc.

En mi práctica clínica y como Consultor Institucional he encontrado muy frecuentemente, cómo el no revisar estas cuestiones que parecen tan sutiles suele producir síntomas, que si no son debidamente atendidos, pueden derivar con el tiempo en enfermedades.

Abrir un espacio para reflexionar sobre estas cuestiones es necesario y sumamente saludable, tanto para la gente como para la Organización.

Si no hay capacidad de reflexión y acción, aparece la queja. A la inversa, si se está en posición de dominio de la situación, no queda espacio para la queja.

Una sencilla observación: si vemos cómo y en quienes aparece la queja, nos daremos cuenta que en aquellas personas con capacidad de conducción, la queja prácticamente no tiene lugar. Y lo opuesto, cuando observamos personas muy quejosas, vemos que en general su capacidad de conducción es limitada.

La actitud proactiva es lo que garantiza la autonomía y el buen aprovechamiento de los recursos para encontrar salidas frente a las dificultades. Es lo que nos aleja de la dependencia.
 

El Desafío
Indudablemente es un desafío apasionante la búsqueda de áreas de interés común entre quienes componen la fuerza productiva.

Empleadores y empleados necesitan encontrarse en torno a valores comunes.

¿Cómo hacer para que la gente trabaje en aquello que más le gusta, de tal manera que naturalmente aparezca en su rostro aquella sonrisa de satisfacción de Camilo?

Las Organizaciones necesitarían sólo facilitadores y coordinadores del aporte de cada uno de sus integrantes.

Serían innecesarios los jefes mandones, los supervisores controladores, tantos sistemas normativos orientados a mantener la disciplina, controlar la puntualidad, el ausentismo, etc. Cada uno, de un modo natural, desplegaría al máximo su talento si se le brindaran las condiciones propicias para ello.

Quizás esto, que para algunos pueda sonar como una utopía, merezca ser reflexionado y discutido con sabiduría y pasión.

Tengo la convicción de que entre los extremos contenidos por el clásico "no se puede" y los "proyectos delirantes", en algún punto siempre se encuentra el "Proyecto Posible".

Si pensamos en el pequeño grupo al que cada uno pertenece, en esa microsituación de trabajo, es posible que de 10 situaciones analizadas podamos poner en práctica 2 ó 3 acciones de mejora. Si logramos esto, habremos mejorado un 20 ó 30% de lo considerado.

Y si respetamos el principio de mejora continua, esta puede ser una forma sencilla, quizás de bajo perfil pero realista, de conducir un proceso de cambio hacia una situación de trabajo cada vez mejor.

La mitad de nuestra vida de vigilia o más, la pasamos en nuestro trabajo. Nuestro compromiso con nosotros mismos es hacer nuestra vida cada vez mejor. Estamos convencidos de que es bueno para nosotros y para los otros.

Será beneficioso entonces hacer una inversión de tiempo y esfuerzo buscando caminos que nos ayuden a revisar y re-matrizar nuestro modo de estar en el mundo del trabajo, rescatando el sentimiento de legalidad interior por la búsqueda del placer en el trabajo.

Eduardo Larriera
Psicólogo
Especializado en Coaching

Artículo publicado en la Revista Training and Development – marzo 2003